domingo, 15 de abril de 2012

Hebreos: Enseñanzas para Practicar


Aprendemos para la Vida: Hebreos 1, 1-14

I.Enseñanzas. Aunque no sabemos quien fue el autor de este gran sermón, y no es una epístola o carta, no hay duda de la validez de su mensaje dirigido a los cristianos provenientes del judaísmo quienes estaban desertando de las filas de la fe cristiana por estar desalentados en especial por las pruebas y persecuciones. Sus destinatarios tenían necesidad de ser exhortados porque su fe estaba en peligro. Después del primer entusiasmo de la conversión, se habían dejado arrastrar por la fatiga y el desaliento. 1. Dios es un Dios que habla (vers.1), no es un Dios del silencio y que sus místicos puedan sacar sus propias conclusiones. No. Él habla, Él se revela, Él se da a conocer y siempre lo ha hecho en muchas ocasiones y de diversas maneras. El problema del hombre es que no nos damos el tiempo ni el espacio para oírle. O están nuestros oídos demasiados saturados que no nos permiten oírlo. Toda la Biblia testifica de que Dios siempre se ha comunicado con sus criaturas, que ha usado diversas formas para hacerlo, su propia creación está llena de sus voces. Siempre ha sido Dios quien ha buscado al hombre, Él ha tomado la iniciativa de comunicarse con los que creó a imagen y semejanza. Toda la revelación bíblica da testimonio de ello, como también de las múltiples veces que hemos sido nosotros quienes han roto la comunicación, quienes hemos huido, quienes hemos hecho la voluntad de nuestras voces y hemos acallado en nuestro caminar la del Señor. ¿Oiremos esta vez la voz de Dios a través de esta homilía?
2. La multiplicidad de la revelación divina en la antigua alianza se transforma en la nueva en la unicidad. De lo mucho y variado se cambia ahora a un único. De la pluralidad de un solo Dios el que continúa pero ahora en la singularidad, con el Hijo. A este tiempo, el del siglo I, se le llama “los últimos tiempos”, o “los últimos días” o “el tiempo final”, lo que nos debe hacer reflexionar en  no equivocarnos en interpretar como los tiempos finales sólo los años en que estamos viviendo respondiendo más bien a las actuales noticias de la televisión antes que realmente a la Palabra. Pareciera que hoy mucha predicación se deja llevar por estas informaciones de última hora antes que la seria reflexión de la Palabra. Se lee la Palabra con los lentes de los últimos acontecimientos y no leemos los acontecimientos con la luz de una exégesis seria del mensaje permanente de Dios. Los últimos días comenzaron cuando el Hijo fue revelado a la humanidad y éste será el tema central de este libro como de todo el nuevo testamento, esto es, el mensaje de la iglesia, no es otro que Cristo, el Hijo. No es el mensaje de la iglesia el Reino de Dios ni las señales del fin del mundo, sino que es el Rey de ese reino y es el Señor de todos los tiempos, Jesús. Él es la persona central de las Escrituras. El Reino de Dios es a causa del Rey y no viceversa. Cristo no es por causa del reino. Éste subsiste por causa del Rey. No nos corresponde entusiasmarnos tan a la ligera con las señales del fin del mundo pues va a ir variando según los ojos de quienes las vivan. Lo que hoy anunciamos como señales pueden parecer ridículas a una próxima generación. Lo que sí tiene que enamorarnos es una persona, es el Hijo, por quien el Padre nos ha hablado ahora y definitivamente.
3. “Él es el resplandor de su gloria y la impronta(gr. carácter) de su ser” (“la presentación exacta de su ser”), la réplica exacta de Dios, heredero de todo, por medio de quien Dios hizo el universo y ahora quien sustenta todo. Es necesario que la iglesia centre su mensaje en la persona de Cristo. Se equivoca la iglesia cuando centra su quehacer en sus estrategias, en su sistema de gobierno, cuando lo central es la obra social, cuando su  mensaje no es Cristo mismo. El Libro de Hebreos  pretende volvernos a Cristo, que renovemos nuestros votos y dirección de vida en torno al Hijo de Dios, que dejemos de entretenernos con lo secundario.
4. La creación angelical es algo a los cual los cristianos no hemos prestado suficiente atención, en cambio los no cristianos han puesto su vista hasta el exceso de llegar a la adoración de estos seres. Los ángeles, esos maravillosos seres que el Señor creó, con cierta inteligencia, sin autonomía, poderosos en fuerzas, no creados a la imagen y semejanza de Dios como el hombre, al servicio de los santos o los que vamos a heredar la salvación, como dirá este capítulo versículo 14, y que vuelve a mencionar el libro en 12,24 de que estamos rodeados por millares de ellos como resultado de ser salvos a los cuales hemos sido acercados. Pues el peligro es que los hermanos receptores de estas exhortaciones al parecer estaban embelsándose con estas criaturas antes que con Jesús. Parte de su extravío era poner la atención en la creación antes que en el Creador. Se estaban enamorando de los dones antes que del dador. El culto angelical es tan viejo como el pecado. El pecado tiene su origen en poner la atención a un ángel, Satán, antes que al Creador. Los ángeles de Dios no requieren de atención, no buscan la adoración. Conocen su misión de parte de Dios a favor de sus hijos. Por ello la centralidad no podemos perderla que es en el Hijo, quien se presenta, para que no erremos, como superior a los ángeles en cuanto a la esencia de su naturaleza, recibe la adoración angelical, los ángeles están a su servicio, la eternidad de su trono, el rey de la justicia, la unción divina, su acción creadora, su eternidad, su posición a la diestra de  Dios, y su nominación como juez del universo. Ninguna de estas cualidades, características, acciones jamás un ángel tuvo ni tendrá. Sólo Cristo, sólo el Hijo, sólo Él. No tenemos que equivocarnos.

II. Misión Para la Vida (desde el 29 de Abril hasta que el Hijo sea nuestra perfecta y total centralidad). No tenemos que equivocarnos. El hecho de que en este último tiempo ha existido una profusión de literatura angelical producto de una filosofía de vida por un lado post modernista y por otra con su hija religiosa  la Nueva Era, que dan a las creaturas angelicales una relevancia inusitada, ajena a las Escrituras, divinizadas y en fin una nueva forma en que el paganismo se toma de seres que son para bendición haciendo de ellos origen, medios y fin, errando así categóricamente, desechando por lo mismo al Hijo de quien tan claramente explica la infalible palabra de Dios de que Él tiene una posición inmejorable y que las creaturas angelicales están bajo su servicio y adoración. Si nos identificamos como cristianos no podemos a la vez aparecer centralizando la acción angelical, ni siquiera debiéramos estar promoviendo su acción, pues ella está sujeta a la sólo voluntad de Dios sin intervención humana en aparente sacralidad de ruego de la intervención angelical como independiente del Hijo.

sábado, 14 de abril de 2012

Ilustrar Nuestros Sermones: Todo un desafio


 
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Un conocido y reputado predicador escribio: 
Soy uno de esos que oigo predicar «desde el vientre de mi madre». Nací hijo de un gran expositor de la Palabra de Dios y, como consecuencia, cada predicador que he escuchado en mi vida siempre ha sido evaluado a las medidas de mi padre.
Nací en Cuba de padres misioneros. Mis primeros recuerdos son de mi padre, Elmer Thompson, predicando en el Tabernáculo Los Pinos Nuevos. Recuerdo de la manera en que subía al púlpito —su mismo porte demandaba silencio y atención. Aquellos eran días en que el respeto en la casa de Dios era requisito. Ese espíritu jocoso de hoy en día se consideraba irreverente y era reprendido. El templo representaba a Dios y, por ende, cuando entrábamos a la casa de Dios el temor del Sinaí caía sobre todos. Cuando mi padre subía al púlpito nadie dudaba de que Dios había enviado a su siervo para hablar en su lugar. Hasta la manera en que colocaba la Biblia sobre el púlpito (como objeto de gran reverencia) añadía a ese ambiente sobrio y santo.
Luego de abrir la Biblia, lo primero que hacía mi padre era levantar la vista. Esa mirada fija parecía absorber la congregación. Los ojos azules parecían poder penetrar instantáneamente hasta el fondo de cada alma, obligando a aquellos que habían pecado durante la semana a sonrojar o agachar la cabeza en vergüenza. Esa mirada, además, parecía demandar de cada individuo la debida reverencia y respeto durante todo el sermón. La mirada también era como una proclama de que había llegado el momento más trascendental de la semana: Dios estaba por hablar de su santa Palabra por medio de su siervo.
Fue el no hacerle caso a esa mirada que en un domingo inolvidable me busqué un reventón. Niño que era, con el refunfuñar del sermón me olvidé del lugar en que estaba y me bajé de la banca para jugar a los autos pretendidos. De inmediato oí del púlpito el anuncio de mi nombre. Volteé la cabeza para encontrar los ojos furiosos de mi padre. «Leslie, estamos en la casa de Dios», me dijo. «Siéntate tranquilo al lado de tu madre y escucha.» Pero el sermón era largo y mi memoria corta. De nuevo, soñadoramente, los autos y camiones se convirtieron en realidad y nuevamente abandoné mi asiento para usar la banca como carretera. Tan absorto estaba en mi juego que no me di cuenta de que papá había dejado de predicar. Fueron las suelas de sus zapatos acercándose a la banca que por fin que me sacaron de mi trance —muy, pero muy tarde. Con una mano me levantó. Me giró en posición boca abajo, mi posterior indefenso ahora expuesto a la otra mano. Allí mismo, con el público numeroso de testigo, me dio lo que siempre he recordado como «una “santa” paliza». Testifico que me sirvió de gran beneficio espiritual, ya que desde aquel día jamás he podido dormir en una iglesia, no importa lo aburrido de un sermón.
Como venía diciendo, la misma voz con que mi padre pronunciaba sus palabras —voz sonora y clara como de clarín— llamaban a ese acto especial y único de adoración pública. Desde la primera palabra hasta al sagrado «amén» al final, lo que se sentía y se oía desde aquel púlpito villaclareño eran los pronunciamientos del Dios de los cielos.
Han de haber habido muy pocos los domingos en que los asistentes saldrían de esos servicios con un sentido de desilusión, pues, a mi criterio, eran encuentros profundamente espirituales. Eran mensajes poderosos —ungidos poderosamente del Espíritu Santo. Ahora que también soy predicador y me encuentro en el deber de descifrar el texto sagrado, avaloro grandemente la manera brillante en que mi padre desenlosaba el texto bíblico. Sus mensajes siempre eran sencillos y claros, ocultando las muchas horas de preparación. Su proclamación era fluida y sus frases importantes puntualizadas con fuertes clamores. La aplicación del texto inescapable.
Pero también había un genio en su predicación que hacía sus sermones imborrables: ¡esas inolvidables ilustraciones! ¡Qué habilidad extraordinaria tenía papá para ilustrar! Tan precisas e interesantes eran que cuando uno las escuchaba sabía de inmediato no solo lo que el texto bíblico decía, pero cómo aplicar las verdades aprendidas al diario vivir.
Recuerdo un sermón que predicó basado en Hebreos 11:6: Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan. Remachó papá la verdad del texto contando una experiencia que tuvo en los comienzos del seminario Los Pinos Nuevos. Los bancos en Cuba se habían quebrado y con esa quiebra papá había perdido todo el dinero que había acumulado para el comienzo del nuevo curso en septiembre. Ilustró la lucha de la fe, contando:
Cada día iba al correo. Esperaba que Dios supliera mi necesidad a través de un amigo en Norteamérica. Pero al apartado de correo 131 en Placetas no llegó ninguna carta. El día antes del comienzo de las clases fui una vez más, seguro de que ese día llegaría la carta esperada conteniendo el dinero en respuesta a mis oraciones. Que desalentado me sentí. No había carta. Todo lo que llegó fue un periódico cristiano de Moody en Chicago.
Me quejé a Dios en todo el regreso a mi casa. ¿Qué iba hacer para el comienzo del seminario el día siguiente? Llegué a la triste conclusión de que Dios me había fallado. Entonces, casi sin pensarlo, abrí el periódico que me había llegado. En la cubierta, impreso en letras grandes, estaba el texto: Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.
¡Qué reproche sentí! Mi fe estaba puesta en un amigo norteamericano, no en Dios. ¡Creía que en el correo estaría la respuesta a mi necesidad! Arrepentido, pedí de Dios perdón, y reposé mi necesidad en él. Qué bien dormí esa noche. Sabía que Dios todo lo tenía en control.
Ese primer día del curso comenzaron a llegar los estudiantes. Recuerdo que el primero llegó silvando un himno, su rostro lleno de alegría. Vino a saludarme y a contarme de la maravillosa manera en que Dios le había bendecido durante las vacaciones y de una iglesia nueva que había establecido. Luego del saludo, siguió hacia el dormitorio de jóvenes. De pronto se giró, diciendo, «Hermano Thompson, se me olvidó una cosa», y vino corriendo hacia mí. «Es una carta de una viuda del campo donde estaba trabajando». Me dio la carta y siguió en su camino.
Abrí la carta y ahí estaba todo lo que necesitaba para comenzar el curso. Esa viuda me enviaba una ofrenda de $200 dólares como agradecimiento por el joven de Los Pinos que llegó a donde ella vivía con el evangelio.
Les digo amigos, poned vuestra fe en Dios, no en el hombre ni en las circunstancias, pues vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.
De las muchas cosas que aprendí de mi padre, una de las que más valoro —ya que como él también salí predicador— es la importancia de las buenas ilustraciones en un sermón. «Hijo —me decía— si quieres aprender a predicar para que el mundo te escuche, tienes que aprender el arte de ilustrar sermones.»
Mi esperanza es que en las páginas que siguen usted aprenda a valorar y emplear las herramientas y recursos brindados. Sobre todo, que se dé cuenta que toda persona puede aprender a ilustrar bien. A cada persona Dios ha dado dos cosas: (1) Su bendita Palabra y (2) las experiencias vividas. En la Biblia encontramos el mensaje que todo hombre necesita para vivir correctamente. La experiencia particular de cada persona le da abundante material para mostrar cómo ese mensaje transforma al ser humano. Lo que hace el buen predicador es armonizar estas dos fuentes. El desafío que presento en este libro es que al conocer el arte de ilustrar sermones aprendas a trazar bien la Palabra de Verdad.
Para obtener el libro completo en forma gratuita, escriba a:
Solicitando este material util para los ministros y predicadores itinerantes.

viernes, 23 de diciembre de 2011

¿Qué es una secta religiosa?: Deslinde con la Iglesia sin mancha

 
Algunos titulares de los periódicos, tales como "Preocupación de la Iglesia por proliferación de sectas" nos llaman la atención y nos llevan a reflexionar. Junto con el desarrollo del evangelio se ha producido un crecimiento asombroso de sectas semicristianas, religiones orientales y hasta cultos abiertamente satánicos. Por ejemplo, los mormones han crecido de treinta miembros en 1830 a más de cuatro millones en 1978 y se calcula que llegarán a tener más de 8.000.000 de adeptos para el fin de este siglo.
 
El propósito de este estudio es aprender, tanto las característica y doctrinas principales de las sectas falsas como las de algunos grupos cristianos, cuyas enseñanzas difieren de las que son sostenidas por los evangélicos. Intenta señalar las diferencias entre sus  doctrinas y las doctrinas evangélicas, contestar sus argumentos y ganarlos para Cristo. Se limita el estudio a las sectas que se activan en proselitar en América Latina y a los movimientos que predican "otro evangelio".

Este escrito está dividido en dos partes: la primera se trata de las sectas  y la segunda de grupos cristianos que sostienen ciertas doctrinas que no armonizan con la enseñanza evangélica.

Por ejemplo, los adventistas se encuentran en la segunda sección, pues son creyentes verdaderos pero se desvían con respecto a ciertas doctrinas evangélicas.
 
A. CARACTERíSTICAS DE LAS SECTAS RELIGIOSAS
¿Qué es una secta reñigiosa? Según Josh Mc Dowell y Don Stewart,  "es una perversión, una deformación del cristianismo. Como tal, rechaza las enseñanzas que la iglesia cristiana ha sostenido a través de la historia.,,2 Se reconoce al cristianismo como una religión basada en la Biblia y a los cristianos como "el pueblo del Libro". Las sectas falsas, por regla general, aceptan algunas enseñanzas bíblicas, rechazan otras y añaden nuevas doctrinas. Predican "otro evangelio", torciendo la verdad "para su propia perdición" (2 P. 3:16).
Otra característica que identifica a un grupo como una secta falsa es que se compone de personas que siguen ciegamente a un innovador de doctrinas e ideas. En algunos casos, como el de Jiro Jones (el cual llevó a la muerte a más de 800 personas en Guyana), el líder controla casi todos los pormenores de la vida de sus seguidores. Estos piensan que él tiene una relación tan especial con Dios que es pecado no permitirle dictar la teología y conducta de la secta. Llegan a ser muy dependientes de él o de su doctrina referente a las decisiones de la vida.

En general, las características de las sectas falsas son las siguientes:
1. Son fundadas por hombres que proclaman una "nueva verdad". José Smith, que dio a luz al mormonismo, aseveró que Dios le había revelado que durante dieciocho siglos el cristianismo se quedó en la apostasía y que por medio de la nueva revelación dada a él, se podía restaurar la iglesia. Carlos Russell "descubrió" las nuevas verdades de los testigos de Jehová, y Mary Baker Eddy las de la Ciencia Cristiana. El coreano Sun Myung Moon, afirma que Cristo no cumplió plenamente su misión y ahora es el momento para completar su obra en la tierra. La revelación de estos innovadores religiosos suele ser una "verdad" que nunca ha sido revelada y contradice llanamente las revelaciones anteriores.

2. Rein terpretan la Biblia para que ésta esté de acuerdo con sus nuevas enseñanzas. Mary Baker Eddy, fundadora de la iglesia de la Ciencia Cristiana, encontró una manera de interpretar la Biblia con la cual podía negar casi todas las doctrinas ortodoxas. Los testigos de Jehová no sólo malinterpretan las Escrituras, sino que también han preparado su propia Biblia, traduciéndola de tal manera que ésta confirme sus errores. Los mormones dicen: "Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, siempre que se traduzca correctamente
 
3. Ponen demasiado énfasis en algunas doctrinas bíblicas y pasan por alto otras o las rechazan. Dice J. Cabral: "En muchos casos la herejía se caracteriza por el hecho de 'escoger' ima doctrina para descar-gar en ella toda su atención en detrimento de las otras doctrinas: 'Por ejemplo, los testigos de Jehová recalcan el amor de Dios, pero rechazan su ira y justicia. Así que niegan la doctrina del castigo eterno.

Las corrientes teológicas heréticas hacen lo mismo. Los liberales afirman la humanidad de Cristo, pero abandonan su divinidad; promulgan la justicia social y pasan por alto la moralidad personal. Al igual que los liberales, los teólogos liberacionalistas se preocupan por el cuerpo humano, pero se olvidan de su espíritu.

4. Introducen fuentes de autoridad ajenas a la Biblia. Algunas sectas heréticas tienen sus escritos autoritarios que se ponen por encima de la Biblia. Por ejemplo, José Smith afirma que encontró tablas sobre las cuales fue escrito el contenido de El libro de Mormón.

También supuestamente encontró el manuscrito de La perla de gran precio y escribió Doctrinas y convenios. Junto con la Biblia, éstos constituyen sus principales fuentes de doctrina.
La mayoría de las sectas falsas aceptan los libros de doctrina escritos por sus fundadores como la fuente máxima de autoridad.

Por ejemplo, los testigos de Jehová basan principalmente sus doctrinas sobre las interpretaciones de la Biblia hechas por Carlos Russell y el Juez Rutherford; los de la Ciencia Cristiana sobre el libro de Eddy, Ciencia y Salud. La Iglesia de la Unificación del coreano Moon, considera que la Biblia está incompleta y se necesita leer el libro Principio divino, del reverendo Moon, para llegar a la plena verdad.

5. Rechazan .las doctrinas bïblicas de la Trinidad y la deidad de Jesucristo. Los testigos de Jehová son unitarios negando la deidad de Cristo y la personalidad del Espíritu Santo. Para ellos, Jesús es meramente una criatura creada por Dios y el Espíritu Santo una fuerza impersonal y divina. Los mormones afirman que creen en la Trinidad, pero para ellos, Jesús es sólo uno de muchos dioses que existen o van a existir. Fue concebido mediante una unión sexual entre el Padre y una madre celestial. Las teologías heréticas, tales como el modernismo, suelen considerar que Jesús era un gran maestro pero no un ser eterno.

6. Cambian de tiempo en tiempo sus doctrinas y prácticas. Los mormones en 1978 hicieron una nueva declaración, permitiendo que las personas de color pudieran ser iniciadas en los ritos secretos y gozar de los privilegios de los mormones, algo que era prohibido anteriormente por los profetas mormones. También que ya no es necesario practicar la poligamia. Los testigos de Jehová han cambiado algunas veces la fecha de la segunda venida de Cristo. El modernismo se halla en continuo cambio de doctrina y carece de un fundamento firme sobre el cual se basen sus conceptos.

7. Enseñan la salvación por obras. Para las sectas no basta creer en Cristo a fin de ser salvos; es necesario también cumplir sus ritua-les, seguir las indicaciones de sus líderes y, por lo general, trabajar por la organización. Los testigos de Jehová, por ejemplo, enseñan que la muerte de Jesús es eficaz solamente para la remisión de los pecados cometidos antes de la conversión. Así niegan la verdad:
"Por gracia sois salvos por medio de la fe ... no por obras, para que nadie se gloríe" (Ef. 2:8).

8. Algunas emplean engaño en sus actividades proselitistas. Sectas como los testigos de Jehová y los mormones, incesantemente recorren mar y tierra para hacer prosélitos, visitando casa por casa. Sus proselitistas están bien preparados para su misión, conociendo perfectamente sus argumentos. Dan respuestas certeras a las preguntas de sus oyentes. No vacilan en difrazarse como evangélicos. Sutilmente buscan terreno común al comenzar su conversación con la gente y no exponen sus doctrinas chocantes hasta que la persona evangelizada haya sido plenamente convencida.

domingo, 18 de diciembre de 2011

El Pesebre: Un lugar que vio nacer a Cristo


Actitudes en torno al pesebre
Mateo 2
Reacciones en torno al pesebre
Todavía recuerdo las distintas reacciones en torno al 11 de septiembre, fecha trágica que de alguna manera cambió la fisonomía de la libertad y la democracia en éste país. Recuerdo reacciones de asombro, ira, lástima, dolor, y hasta de alegría en pobres niños palestinos que salieron a las calles a celebrar la tragedia de otros. Los seres humanos de acuerdo a la cultura, la herencia, los intereses y hasta a las amenazas, solemos reaccionar de muchas e inesperadas maneras. Algunas personas y no pocas, podrían reaccionar con más gozo y euforia ante la sorprendente noticia de tener en sus manos un billete de lotería premiado con una elevada cifra, y sin embargo ser indiferentes al mensaje de la navidad.
Sería bueno averiguar que es para nuestros hijos lo más significativo de la navidad, y aún para nosotros cuál es el verdadero significado y con qué espíritu lo celebramos. Mientras tanto remontémonos en el tiempo y vayamos al pesebre, y descubramos juntos, quienes fueron los que advirtieron la llegada de aquel recién nacido y cuáles fueron sus reacciones. Comencemos con los que no aparecen en el pesebre, con los malos de la película, pero que desafortunadamente a muchos de nosotros representan.
Mencionemos primeramente a Herodes, este personaje es el que manifiesta su temor a que otro le quite su lugar e interfiera en sus egoístas planes, él no está dispuesto a que nadie amenace su vida, posición, influencia y prestigio. Su reacción es indagar acerca del recién nacido pero para eliminarlo. Este ser de instintos bajos, movido por la sospecha y la desconfianza, está dispuesto a desprestigiar, a difamar, y hasta cometer la peor matanza registrada en la historia, pues se dice que eliminó a todos los niños menores de dos años. Su odio y hostilidad no tienen límites, aún cuando era conocedor de la promesa de un Mesías.
Los sacerdotes y escribas, aquellos que debieron estar al día con las noticias y mostrar diligencia ante el proceder de Dios en la historia, no fueron hostiles como en anterior, pero fueron totalmente indiferentes, no les interesó en lo absoluto el nacimiento de Cristo, prácticamente no significó nada para ellos, y por lo visto siguieron con sus oficios religiosos.
José y María indudablemente son los protagonistas más destacados en el sentido de que fueron las personas favorecidas que Dios usó para tan maravillosa tarea. Esta joven pareja representa a todos aquellos que son receptivos al mensaje y los planes de Dios. La sencillez y la devoción hacen posible que Dios se complazca en favorecer y bendecir a tantas personas, las cuales a su vez se convierten en portadores de un mensaje de fe, de amor y de esperanza, y que por cierto tanta falta hacen en una sociedad como la nuestra. Si de nuestros hogares pudieran surgir jovencitos y jovencitas como José y como María, estoy plenamente seguro que notables diferencias se marcarían en la vida familiar, y que Dios estaría complacido con aquellas congregaciones que semanalmente abren sus puertas para dar lugar a la adoración.
Los pastores, primeros en escuchar las alabanzas angelicales y recibir las nuevas de gran gozo en cuanto al nacimiento del niño en Belén, representan a la clase pobre, obrera, sin prestaciones sociales, explotados y oprimidos, y que según estadísticas serias, el 80% de la población mundial es pobre. Cientos de miles de niños mueren de hambre anualmente, en África, un continente tan lacerado por las injusticias sociales es alarmante el índice de personas que mueren de SIDA, desnutrición y hambre. Siempre es pertinente pensar en la manera en que Schweitzer leyó e interpretó el evangelio al ver a África el continente pobre como el Lázaro de la parábola y a Europa vio como el rico disfrutando de sus espléndidos banquetes, por no decir Estados unidos hoy en día.
Del lejano oriente, de esos lugares que producen el crudo que abastece a la mayor parte de la población mundial, punto estratégico en la configuración cosmográfica para la próxima guerra nuclear, punto decisivo desde donde y hace el cual apuntan los modernos mísiles, y cuna de la Meca en donde supuestamente se honra a Dios, pero se odian a los infieles, cristianos y judíos; de allí partieron a Belén, buscando la estrella, tres pintorescos personajes que querían poner a los pies de Cristo sus preciosos dones, admiración y reverencia. No escatimaron costo ni sacrificios para tan arriesgada y difícil tarea. Estos personajes a los cuales en algunos lugares se les rinde más honor con fiestas que al mismo Cristo, representan a todos aquellos que con sincera devoción buscan a Dios de todo corazón y con toda diligencia proyectan sus esfuerzos y capitales para honrar al Altísimo Señor de la navidad, de la creación y de la historia.
Por supuesto que también en torno al pesebre habían otros seres irracionales, y aunque usted no lo crea, también a muchos representan, pues cuando la más maravillosa historia de amor ha sido dada, y a los seres humanos no responden con gratitud, ni les interesa la buena voluntad de Dios, entonces es válida la comparación, aunque con la misma se tenga que ultrajar a aquellos pobres animalitos que estaban en su elemento y que hoy son ornamentos de temporada.
SENTIMIENTOS Y REACCIONES EN TORNO AL PESEBRE
Acaba el Verbo divino misteriosamente incursionar Del cielo trayendo luz que solamente Dios puede dar. Y en torno al pesebre del que solo brota virtud Los humildes se aproximan en reverencia y gratitud. Saciándose de gozo al presenciar en plenitud El rostro del tierno niño de quien brota beatitud. Divina entrega que en la quietud de una noche serena Toma forma soberana de Dios la gracia plena.
Mientras tanto y no muy lejos el mísero gobernante Al corrupto Herodes encarna con su sistema alienante. Y en nombre de la justicia mata, roba y engaña Depravado terrorista que vierte su odio y saña. Sacerdotes profesantes religiosos sin devoción En sus hipócritas confesiones también van a perdición. Que miseria la de muchos que agonizan en pecado Despreciando de la gracia lo que el cielo les ha dado. Que desgracia la que aquellos que pudieron contemplar Mas no quisieron de Dios el regalo aceptar.
Otras almas sin embargo con sedienta devoción Encontraron en el niño esperanza y redención. De una virgen aldeana su regazo se embellece Al abrazar la criatura que Dios al mundo ofrece. Del oriente misterioso unos sabios han llegado A rendir preciosos dones al Altísimo encarnado. Que dichosos los que vieron y con gozo recibieron Lo que Dios de su bondad los profetas concibieron. Que felices los humildes esos pobres reverentes Acertaron con la estrella que no vieron los videntes. Venturosos los que oyeron celestiales melodías Quedando para siempre inundados de paz y armonía.
Y con gozo regresaron las buenas nuevas a dar Por caminos y distancias la esperanza a proclamar.

La Navidad: Tergiversaciones que inducen al error

La Verdad Bíblica Acerca de... La Navidad

Es notable que en la Biblia cristiana no se mencione un tiempo de CELEBRACION, llamado NAVIDAD, que celebra la mayoría de la gente del mundo que ama a Cristo. No obstante, millones de personas eligen esta fecha del año para intercambiar regalos, con motivo de celebrar la fecha del nacimiento del Señor Jesús. Durante años, millones de cristianos profesos han sido criados en la creencia de que el Señor Jesús nació el 25 de diciembre, pero la Biblia no dice absolutamente nada acerca de semejante idea. En el presente, la entrega de regalos se ha convertido en nada más que en un señuelo comercial, con el propósito de que la gente se desprenda de su dinero, todo en el nombre del Señor Jesucristo. Se supone que la entrega de regalos es una reminiscencia del regalo que dieron los "magos" que "vinieron del oriente", pero, cuando estudiamos el relato de la visita de esos magos, encontramos que ellos no fueron a visitar a Jesús a su nacimiento, sino probablemente 40 días después.
¿ES NECESARIO QUE SEPAMOS
LA FECHA DEL NACIMIENTO DE CRISTO?
La sencilla respuesta es no, no es necesario que sepamos la fecha del nacimiento del Señor Jesús, por cuanto no es de valor saberlo. Si el Padre hubiese pensado que nosotros deberíamos saber la fecha del nacimiento de su Hijo, se habría asegurado que se consignara en su palabra de verdad, en grandes caracteres. Pero no es así; no hay ni una sola palabra de eso en toda la Biblia. En la única ocasión en que se menciona la edad del niño Jesús (Lucas 2:42), no se indica ninguna fecha, y, por lo tanto, no podemos decir con certeza ni siquiera en qué año tenía 12 años de edad. Sin embargo, por ciertas pistas razonables, podemos suponer que tenía 12 años de edad en el año 8 de nuestra era, en la Pascua.
¿POR QUÉ NO SE CONOCE
LA FECHA DE SU NACIMIENTO?
La sencilla respuesta es que, no es en la fecha de su nacimiento que la gente ha de ser bendita, sino en su muerte, en su muerte expiatoria. A la gente se le invita a bautizarse en su muerte, entierro y resurrección, y es debido a la creencia, fe, y bautismo en su Nombre salvador, que el género humano puede salvarse de la muerte eterna. Este concepto está ampliamente demostrado en la muerte expiatoria de los corderos sin mancha o defecto que se efectuaba en el día de la Pascua cada año, el día 14 del primer mes.
El Padre estableció para los hijos de Israel en Egipto un medio de escape de una muerte cierta y permanente, por medio de rociar el dintel de la puerta de su vivienda con la sangre del cordero expiatorio. El ángel del Señor 'pasó de largo' ante las viviendas de aquellos que usaron esa sangre derramada del cordero para protegerse del ángel de la muerte. Todo este asunto de pasar de largo era una profecía de cosas que vendrían, por el cual hombres y mujeres podrían ser salvos de la muerte eterna por medio de relacionarse con el derramamiento de la sangre del sacrificio final, el cual había de ser el Señor Jesucristo.
¿PUDO HABER OCURRIDO ESTE
NACIMIENTO EL 25 DE DICIEMBRE?
Esta pregunta sólo se puede contestar con la Escritura, y nosotros, estimado lector, le afirmamos que los hechos que presenta la Biblia excluyen toda posibilidad de que el Señor Jesús haya nacido el 25 de diciembre. En cambio nos sentimos seguros de que el Señor Jesús no comenzó su ministerio hasta que tuvo como treinta años, por cuanto en Lucas 3:23 se dice: "Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años". Esto ocurrió al tiempo de su bautismo y, por lo tanto, el comienzo efectivo de su ministerio. Esto concuerda completamente con la tradición judía establecida en los primeros días de los hijos de Israel, cuando el Padre les instruyó de que los hombres NO podían servir en el Tabernáculo hasta que tuviesen treinta años de edad.
Sabemos que el ministerio de Cristo, que había de extenderse por más de 7 años, fue cortado "a la mitad de la semana" según la profecía de Daniel 9:26-27, o, en otras palabras, después de 3-1/2 años. Por lo tanto, DEBEMOS suponer que Jesús el Cristo tenía "como" 33-1/2 años de edad cuando murió en la cruz.
También sabemos que su crucifixión fue en el DIA 14 DEL PRIMER MES, lo que habría sido a fines de marzo o a principios de abril del año 29 de nuestra era. Entonces, la sencilla aritmética establece que no podría haber nacido en diciembre en absoluto, sino que nos lleva a creer que probablemente nació en alguna fecha entre el primero y el 15 del séptimo mes, en septiembre/octubre del año 4 antes de J.C.
¿POR QUÉ SE ELIGIÓ EL 25 DE DICIEMBRE?
Al considerar esta pregunta, uno tiene que tener presente que vino el tiempo en que Roma recibió a TODO ciudadano romano en la nueva Iglesia establecida por Constantino, alrededor del año 325 de nuestra era. Todo ciudadano de Roma automáticamente, al menos en teoría, se hizo cristiano y trajo consigo muchas de sus creencias paganas. Entre esas creencias estaba la adoración del 'dios sol' y era en el 25 de diciembre que los romanos celebraban la Fiesta Mitraica del dios sol (natalis solis invicti). Por lo tanto, se eligió este día de celebración como un día en el cual la iglesia de Roma celebraría el nacimiento del Señor Jesucristo, vinculando de este modo el día del nacimiento del Hijo de Dios con el dios sol, un acto absolutamente blasfemo, por el cual probablemente Roma sufrirá a manos de aquel cuyo día de nacimiento celebran en este día en particular.
Por lo tanto, fue de esta manera que Roma se hizo pagana, en un sentido, porque continuó celebrando un festival en un día que estaba vinculado a la tradición pagana. Muchos romanos simplemente continuaron celebrando la festividad del dios sol, en tanto que otros gradualmente incorporaron otra celebración, la del supuesto nacimiento del Hijo de Dios, una celebración que no se menciona en la Biblia y de este modo no se requiere de los cristianos en ninguna parte del mundo.
¿SE COMPLACE DIOS CON LA NAVIDAD?
Sabemos por las páginas de la Escritura que el Padre NO está en absoluto complacido de que los seres humanos adoren imágenes e ídolos u otros dioses, porque él demanda que se le reconozca a él como el UNICO DIOS. La celebración de la Navidad está enraizada en el paganismo y TODO cristiano debería evitarla, así como igualmente debería evitarse la adoración de María como la REINA DEL CIELO. Todas estas celebraciones son el producto del paganismo incorporado y mantenido en la Iglesia de Roma.
Al leer las palabras de este artículo, muchos dirán: '¿Qué importa en qué día celebremos la fecha del nacimiento del Señor Jesús?'. La respuesta es clara y sencilla. Si SU HERMANO DE SANGRE nació el primero de septiembre, ¿celebraría USTED el cumpleaños de él en un día de festival pagano en diciembre? La sencilla respuesta a una sencilla pregunta es: NO. ¿Por qué celebrar, entonces, la fecha del nacimiento del Salvador en un día que era un día de festival pagano y NO la fecha de su nacimiento en absoluto?

¿Se debe armar un árbol de Navidad?: A propósito de esta fecha...

¿Debo armar un árbol de Navidad?


El tradicional símbolo se mantiene vigente por decisiones comerciales o impulsado por las costumbres familiares o religiosas.
Según la historia, los primeros cristianos que llegaron a Europa, descubrieron que los bárbaros celebraban el cumpleaños de uno de sus dioses, adornando un árbol perenne, en la fecha próxima a la Navidad.
Posteriormente, con la evangelización de esos pueblos, los cristianos tomaron la idea del árbol cambiándole totalmente el significado.
San Bonifacio fue, en Alemania, el primero en plantar un pino como símbolo del amor perenne de Dios. Lo adornó con manzanas para simbolizar el pecado original y con velas para representar luz del mundo.
Con el paso del tiempo, las manzanas y las luces, se transformaron en esferas y otros adornos que, según la tradición católica, se deben colocar el 8 de diciembre y retirar luego del seis de enero, Día de Reyes.
Pero en la actualidad, el arbolito es una decoración más en las fiestas de fin de año en todos los comercios y empresas, para centralizar tanto una campaña de ventas como para recibir salutaciones.
El significado de esta tradición se pierde también en muchos hogares, que deciden prescindir del arbolito, cuando no hay chicos que impulsen la decisión de armarlo.
Son los menores los principales promotores para decorar el tradicional abeto, porque saben además que será el lugar donde se depositarán los regalos que están pensando recibir para Navidad y Reyes. 

El Imperio Cristiano: ¿Sigue ahora el hegemonismo?

El imperio cristiano
Desde el Edicto de Milán (313) hasta la deposición del último emperador romano de Occidente (476).*
Con la «conversión» del emperador Constantino, las cosas cambiaron radicalmente. La iglesia perseguida se volvió la iglesia tolerada, y pronto vino a ser la religión oficial del Imperio Romano. Como consecuencia de ello la iglesia, que hasta entonces estuvo formada principalmente por personas de las clases más pobres de la sociedad, se abrió campo entre la aristocracia.
La «conversión» de Constantino fue un proceso lento, paralelo a la ruta que llevó a Constantino al poder absoluto sobre todo el Imperio. Poco a poco, Constantino fue venciendo a sus rivales y extendiendo su poderío. Aunque apoyaba a los cristianos, no se bautizó sino en el lecho de muerte, y nunca renunció al título de Sumo Sacerdote del paganismo, que como emperador le correspondía.
Aunque al morir Constantino el cristianismo no era todavía la religión oficial del imperio (no lo sería sino hacia fines de ese siglo IV), la política de Constantino y sus sucesores hizo gran impacto en la vida religiosa del Imperio Romano.* La iglesia, antes perseguida, gozó de un prestigio y hasta de un poderío siempre crecientes. En consecuencia, fueron muchos los que se añadieron a ella, especialmente entre la aristocracia que hasta poco antes había visto la fe cristiana como cosa de gente ignorante y despreciada.
La conversión de Constantino también impactó el culto cristiano.* Al fundar la ciudad de Constantinopla, en el sitio donde estaba la antigua Bizancio, la dotó de iglesias. Y lo mismo hicieron en Palestina y otros lugares tanto él como su madre y luego sus sucesores. El resultado fue un culto cada vez más formal en el que se imitaban algunos de los usos de la corte. Y comenzó a aparecer además una arquitectura típicamente cristiana, cuya forma típica es la «basílica».
El cambio no fue fácil, y hubo cristianos que respondieron de muy diversas maneras.
Algunos se mostraron tan agradecidos por la nueva situación, que se les hacía difícil adoptar una actitud crítica ante el gobierno y la sociedad.
Aunque es de suponerse que tal fue la actitud más frecuente entre el común de los cristianos, el principal exponente de esta postura es Eusebio de Cesarea.* Eusebio había vivido a través de las persecuciones, y por tanto la nueva actitud por parte del gobierno le parecía un milagro. Su obra más famosa, la Historia eclesiástica, da la impresión de que desde el principio Dios estaba preparando el camino para esta gran unión entre la iglesia y el Imperio.
Otros huyeron al desierto o a otros lugares apartados y se dedicaron a la vida monástica.*
Aunque los orígenes del monaquismo se remontan a tiempos antes de Constantino, las nuevas condiciones impulsaron a muchos a seguir el ideal monástico. Ahora que ya no era posible el cristianismo heroico de los mártires, muchos optaron por el cristianismo heroico de los ascetas—es decir, quienes se dedicaban a una vida de renunciación y contemplación.
Los lugares favoritos de los primeros monjes eran el desierto de Egipto y otros lugares semejantes. En Egipto vivieron Pablo y Antonio, dos ermitaños a quienes distintos autores antiguos conceden el honor de haber fundado el monaquismo.
Aunque al principio los monjes vivían solos (la palabra «monje» quiere decir «solitario») pronto comenzaron a agruparse para compartir recursos y enseñanzas. Por fin surgió un nuevo tipo de monaquismo. Este nuevo monaquismo se caracterizaba por la vida en comunidades (lo que ahora llamamos «monasterios»), y recibe el nombre de «cenobita». Se dice que su fundador fue Pacomio. Y, aunque haya habido otras comunidades antes de las pacomianas, lo cierto es que Pacomio fue el gran organizador del monaquismo cenobítico en Egipto.
El monaquismo se extendió rápidamente por toda la iglesia, y contó entre sus principales propulsores a personajes tales como Jerónimo y Basilio el Grande.
Algunos sencillamente rompieron con la iglesia mayoritaria, insistiendo en que ellos eran la verdadera iglesia.*
Esto sucedió especialmente en el norte de Africa, en Numidia, Mauritania, y los alrededores de Cartago. La razón teológica que se le dio al cisma fue la restauración de los caídos, y sobre todo el debate sobre si los ministros caídos tenían todavía potestad de celebrar sus funciones ministeriales. Pero en realidad el cisma tenía también raíces raciales y sociales, pues la población de la región estaba socialmente estratificada, y el cisma siguió una estratificación semejante.
Puesto que uno de los principales jefes del grupo cismático se llamaba Donato, a los cismáticos se les dio el nombre de donatistas.
El bando más radical de los donatistas era el de los «circunceliones», que andaban escondidos en las zonas más remotas y hacían uso de las armas para defender su causa. Aunque las autoridades imperiales trataron de suprimirlos mediante las armas, los circunceliones continuaron existiendo por lo menos hasta las conquistas árabes del siglo VII.
Tampoco faltó la reacción de los paganos, que deseaban volver a la vieja religión y su antigua relación con el estado.*
A Constantino le sucedieron sus tres hijos Constantino II, Constancio y Constante. A la muerte del último de ellos, Constancio, le sucedió su primo hermano Juliano, a quien se conoce como «el Apóstata» (aunque en verdad nunca parece haber sido cristiano).
Juliano trató de restaurar la vieja gloria del paganismo. Aunque no persiguió a los cristianos, les quitó todos los privilegios que sus predecesores les habían dado, y se dedicó también a ridiculizar el cristianismo. Al mismo tiempo, trató de reorganizar el paganismo siguiendo el modelo de la iglesia cristiana. Pero su gestión no tuvo gran éxito, y a su muerte sus reformas fueron abandonadas.
Los más destacados líderes del cristianismo adoptaron una postura intermedia: siguieron viviendo en las ciudades y participando de la vida de la sociedad, pero con un espíritu crítico. Fue así que, librada de la constante amenaza de persecución, la iglesia produjo algunos de sus mejores maestros — razón por la cual se puede llamar a este período «la era de los gigantes». Fue una época en que se escribieron grandes tratados teológicos, así como importantes obras de espiritualidad y la primera historia de la iglesia.
Atanasio de Alejandría fue el gran defensor de las decisiones del Concilio de Nicea (ver más abajo).* Por ello chocó con las autoridades imperiales que trataban de deshacer lo hecho en el Concilio de Nicea (año 325), y las vicisitudes políticas de la época le obligaron a repetidos exilios. Posiblemente su mayor contribución estuvo en lograr un entendimiento entre los que sostenían la fórmula de Nicea («homousios», de la misma substancia) y quienes preferían otra fórmula («homoiusios», de semejante substancia) para rechazar el arrianismo que había sido condenado en Nicea.
Esta obra fue continuada por los «grandes capadocios»—título que se les da generalmente a Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa y Gregorio de Nacianzo.* La hermana mayor de dos de ellos, Macrina, no siempre ha sido recordada por los historiadores. Pero jugó un papel importante en la vida de sus hermanos y, a través de ellos, del resto de la iglesia. Basilio el Grande, hermano de Macrina, fue obispo de Cesarea. Escribió un importante tratado sobre el Espíritu Santo. Su hermano menor, Gregorio de Nisa, fue sobre todo un místico. El amigo de ambos, Gregorio de Nacianzo, fue un famoso orador. Una de sus obras más importantes es Cinco discursos teológicos acerca de la Trinidad. Trabajando en conjunto, los capadocios continuaron la labor de Atanasio, clarificando la doctrina de la Trinidad hasta que ésta fue proclamada definitivamente por el Concilio de Constantinopla (año 381).
Ambrosio de Milán fue un alto funcionario del Imperio hasta que fue inesperadamente electo como obispo de Milán.* Chocó repetidamente con la emperatriz Justina, quien defendía el arrianismo, y luego con el poderosísimo emperador Teodosio, cuya crueldad reprendió. Su predicación fue instrumento para la conversión de Agustín.
Juan Crisóstomo («boca de oro») fue uno de los más famosos predicadores de todos los tiempos.* Oriundo de Antioquía, llegó a ser Patriarca de Constantinopla, donde atacó las injusticias de los poderosos. Por ello murió en el destierro.
Jerónimo fue un hombre de alta cultura clásica, quien se refugió como monástico en Palestina.* Su principal contribución fue la traducción de la Biblia al latín de la época. Esa traducción, conocida como la Vulgata, fue la Biblia que empleó el Occidente latino durante toda la Edad Media.
Por último, Agustín de Hipona se crió en el norte de Africa.* Su madre, Mónica, hizo todo lo posible porque aceptara el cristianismo. Pero Agustín se hizo maniqueo (doctrina dualista parecida al gnosticismo), y luego neoplatónico. Por fin se convirtió en Milán, donde enseñaba retórica. Regresó al Africa, para vivir como monje, pero poco tiempo después fue hecho obispo de Hipona.
Como obispo, Agustín escribió contra el maniqueísmo, el donatismo y el pelagianismo. Este último era una doctrina que subrayaba la iniciativa humana en la salvación. Frente al donatismo, Agustín desarrolló su doctrina de la iglesia. Y frente al pelagianismo, su doctrina de la gracia y la predestinación. Además, cuando algunos paganos empezaron a decir que Roma había caído en poder de los godos (año 410) por haberse hecho cristiana, Agustín refutó esa posición en su extensa obra La ciudad de Dios. Sus Confesiones, en las que declara cómo Dios le guió hasta hacerle cristiano, han llegado a ser una de las obras más leídas e influyentes.
Cuando Agustín murió, en el año 430, los vándalos tenían sitiada la ciudad de Hipona —señal de que la vieja civilización se derrumbaba, y una nueva era comenzaba a despuntar.
Pero esta época también produjo fuertes controversias teológicas —sobre todo la que giró alrededor del arrianismo y la doctrina trinitaria.*
Ya hemos hecho referencia a controversias alrededor de doctrinas tales como el donatismo y el pelagianismo. Pero ninguna controversia fue tan aguda como la que giró alrededor del arrianismo. Esta comenzó en Alejandría, pero pronto involucró a toda la iglesia.
Arrio era un presbítero de Alejandría que sostenía que el Verbo que se encarnó en Jesús, aunque existía antes que todo el resto de la creación, no era Dios mismo, sino que era la primera de todas las criaturas.
En respuesta a la controversia, Constantino convocó a un concilio de todos los obispos. Este concilio se reunió en Nicea en el año 325, y se le llama también «Primer Concilio Ecuménico». Allí el arrianismo fue condenado, y se promulgó un credo que, con algunas variaciones, es lo que hoy llamamos el «Credo Niceno».
Pero la controversia no terminó. Muchos no quedaron contentos con las decisiones de Nicea, que parecían decir que el Hijo es lo mismo que el Padre. Además, las vicisitudes políticas le añadieron fuego a la controversia.
Fue en esas circunstancias que teólogos tales como Atanasio y los Capadocios trabajaron en busca de fórmulas y explicaciones que sirvieran para refutar el arrianismo.
Por fin, en el Segundo Concilio Ecuménico (Constantinopla, 381), el arrianismo fue definitivamente condenado y se confirmó la doctrina trinitaria. (Pero ya el arrianismo se había extendido a algunos de los vecinos pueblos «bárbaros», y por ello más adelante, cuando estos pueblos invadieran el Imperio, el arrianismo cobraría nuevas fuerzas.)
Terminó este período con las invasiones de los «bárbaros», pueblos germánicos que invadieron el Imperio Romano y se asentaron en sus territorios. En el año 410, los godos tomaron y saquearon la misma Roma. Y en el 476 el último emperador (Rómulo Augústulo) fue depuesto.*
Aunque esto le puso fin al Imperio Romano de Occidente, en el Oriente el imperio continuó existiendo por mil años más. Pero aun en el Occidente, el ideal del imperio cristiano no desapareció. Repetidamente veremos en el curso de esta historia cómo se intentó restaurar el Imperio Romano y —lo que es mucho más importante— cómo la iglesia y el estado continuaron colaborando hasta tiempos muy recientes de un modo semejante a como lo hicieron en tiempos de Constantino y sus sucesores.